Economía circular: acciones individuales, cambio colectivo, el futuro está en tus manos (1)

La necesidad de replantear nuestro comportamiento al hablar de hábitos de consumo y producción ha cobrado una relevancia indiscutible, insistiendo muchos especialistas en que no podemos tratar el concepto de cuidado del entorno sin adentrarnos en los principios de la economía circular.

La economía circular depende de nuestras acciones individuales, para lograr un cambio colectivo que apueste por un futuro sostenible

Este enfoque propone un giro radical para la inmensa mayoría que actualmente operan en gran medida bajo pautas lineales, en las que el fabricar-usar-tirar continúa siendo su norma diaria.

En lugar de asumir que los recursos son inagotables, el planteamiento circular procura mantener los materiales en uso el mayor tiempo posible, de forma que no pierdan su valor, contrastando esta idea significativamente con lo que ocurre en un modelo lineal clásico, el cual se basa en extraer recursos, manufacturarlos, consumirlos y desecharlos en un período relativamente corto.

El desafío principal se manifiesta con claridad cuando se considera que gran parte de la producción en la actualidad sigue funcionando según la lógica del fabricar-usar-tirar, patrón que conduce a una sobreexplotación de insumos, a la acumulación de productos obsoletos y a vertederos cada vez más grandes.

Muchas de estas instalaciones terminan recibiendo artículos que todavía podrían haber sido utilizados o transformados para un nuevo fin, y es por ello por lo que el enfoque circular invita a repensar cada paso, desde el diseño inicial del producto hasta las decisiones finales sobre su destino.

Así, el objetivo es evitar la pérdida de materiales y minimizar la generación de desechos que no puedan ser gestionados de manera eficaz, implicando este proceso intervenciones en varias etapas para que lo que hoy se considera un residuo se convierta en un recurso aprovechable.

Los esfuerzos por cambiar la forma en que se producen y consumen bienes avanzan más deprisa en determinados sectores industriales, pero todos nosotros a nivel individual también jugamos un rol imprescindible, pues nuestros hábitos de compra, uso y desecho tienen un peso significativo al conformar la demanda de productos.

Si predominan las decisiones de consumo que favorecen la reparación de artículos en lugar de su sustitución, el mercado acaba reflejándolo, por eso, cada persona tiene la oportunidad de contribuir a un sistema más ecointeligente, en el que el ciclo de vida de los productos se extienda y los recursos se aprovechen de una manera más amplia.

Este cambio de mentalidad conlleva un análisis personal sobre lo que se adquiere, la duración que se le da a cada artículo, su mantenimiento y las posibilidades de devolverlo al circuito para otro uso, y, lejos de ser un gesto menor, el hecho de elegir artículos con un diseño sostenible que facilite su reconstrucción y optar por compartir en lugar de acumular, suma de manera considerable a los objetivos de la economía circular.

Para lograr esta transformación, uno de los pasos fundamentales consiste en reparar aquello que puede seguir funcionando, en lugar de desecharlo con premura, siendo muchos objetos electrónicos y aparatos del hogar los que se descartan por simples averías que se pueden resolver con relativa sencillez.

Asumir la reparación como una opción habitual promueve el alargamiento de la vida de los bienes y evita que grandes volúmenes de materiales útiles terminen olvidados en contenedores. Además, la reutilización o redistribución constituye otro pilar esencial.

Muchos enseres de segunda mano siguen siendo útiles y únicamente necesitan pasar a manos de un nuevo usuario para seguir cumpliendo su función, lo que genera un beneficio doble: por un lado, se les da una oportunidad a artículos que de otra forma se tirarían, y por el otro, se abre la puerta a que quienes no pueden costear productos nuevos, o prefieren no acumular, encuentren alternativas más asequibles.

En esta misma línea, el reacondicionamiento y la remanufactura son procesos cada vez más valiosos en distintos sectores, ya que. estas iniciativas se enfocan en desensamblar productos, revisar sus componentes y sustituir las partes dañadas o gastadas para poner el artículo de nuevo en circulación, casi como si fuera completamente nuevo.

El reacondicionamiento implica que un objeto regresa al mercado con sus prestaciones recuperadas, prolongando su uso y evitando la necesidad de incurrir en un gasto energético y de recursos equivalente al de fabricar algo desde cero.

El remanufacturado, por su parte, puede requerir un ajuste integral de todas las piezas, pero se rige por idénticos principios, pero gracias a estos métodos, se reduce de manera significativa la extracción de materias primas y se limita la generación de desechos.

Mantener las cosas en el circuito de la Tecnosfera el mayor tiempo posible se convierte, por tanto, en una táctica prioritaria y, cuando un producto se mantiene en uso sin pérdida de calidad, no sólo se extrae el máximo valor de los recursos invertidos en su creación, sino que además se evita incrementar la presión sobre la capacidad de absorción de residuos.

Poner en práctica este principio implica reflexionar antes de cada compra e indagar en la durabilidad del artículo y en las posibilidades de repararlo, lo que impulsa también a cuestionarnos sobre cuántos de nuestros bienes podrían ser compartidos con otra persona o pasar a una segunda vida en un entorno distinto, como ocurre con la ropa o los libros que reposan en una estantería sin uso.

Esta dimensión de la economía circular apunta a reducir los niveles de consumo masivo y a propiciar soluciones que ofrezcan funcionalidades conjuntas y permitan el acceso compartido a diversos productos

Para avanzar en el rediseño de productos para que sean más fáciles de reparar y reacondicionar, cobra relevancia el concepto de diseño circular, considerando este enfoque desde el inicio la importancia de elegir materiales que no sean tóxicos, que procedan de fuentes responsables y que se puedan volver a introducir en el sistema.

Un objeto desarrollado con esta perspectiva circular generalmente se ensambla de manera modular, con tornillos y mecanismos que facilitan su apertura y la sustitución de piezas averiadas.

De esta forma, el uso de adhesivos imposibles de retirar, por ejemplo, dificulta que un producto pueda reincorporarse a la cadena de valor, y, del mismo modo, la toxicidad en la fabricación reduce enormemente las opciones de reutilización posterior.

El diseño circular entraña comprender que cada paso de la vida de un objeto afecta su potencial de aprovechamiento futuro, y que, si se adoptan decisiones adecuadas durante la fase de concepción, se facilita el resto del proceso.

Revisar los propios procesos para reducir la toxicidad y los residuos también implica prestar atención a los materiales que utilizamos en el día a día, desde los envases que adquirimos hasta los utensilios o textiles que van llegando a nuestro hogar. Muchas de las sustancias presentes en plásticos o tintes interfieren en los procesos de reciclaje, impiden la compostabilidad o ponen en riesgo la salud de trabajadores y ecosistemas cuando se gestionan en plantas de tratamiento.

Por ello, la selección de materiales con componentes menos nocivos y más estables en el tiempo resulta clave para cerrar círculos. Cuando se logra alinear la elección de componentes con la posibilidad de que el producto recircule, se potencia la coherencia de la economía circular.

Así, se incentiva que las soluciones no se limiten a extraer menos, sino que también se respalden en la innovación y en la búsqueda de formas de producción libres de ingredientes altamente contaminantes.

Es importante destacar que el reciclaje, aunque fundamental, se contempla como último recurso cuando no hay alternativa para mantener los artículos en uso o recuperarlos mediante otros canales.

Muchos planes de gestión de residuos se han basado durante décadas en el reciclaje, lo cual ciertamente aporta ventajas, pero no debe ser el único método, ya que antes de triturar o fundir materiales, conviene explorar opciones de reutilización, reparación y reacondicionamiento.

Esta jerarquía multierre no devalúa la relevancia del reciclado, sino que procura optimizar el tiempo de vida de los productos, siendo esencial que las cadenas de reciclaje funcionen de forma transparente y eficiente, pues un uso excesivo de este proceso como la primera opción puede derivar en un mayor consumo energético y en la pérdida de calidad de algunos materiales.

Por lo tanto, reciclar sí, pero con la consciencia de que el auténtico objetivo es prolongar la vida útil de todo lo que producimos antes de someterlo a un proceso de transformación en materia prima secundaria

Nuevos puntos de vista adquieren un papel especial cuando se exploran modelos de negocio circulares, como el caso del producto como servicio. Bajo esta perspectiva, ya no se trata sólo de comprar y poseer, sino de pagar por el uso o el acceso a una solución.

Esto se ve reflejado en plataformas de intercambio de herramientas o en sistemas de alquiler de bienes que no se necesitan de manera permanente, siendo estas alternativas posibles gracias a las TIC y a las redes que facilitan la interacción entre usuarios.

El modelo implica que los fabricantes conserven la propiedad de los productos y que, por lo tanto, se responsabilicen de su mantenimiento y posterior tratamiento, lo que promueve la eficiencia, ya que la empresa proveedora tiene un interés directo en que el bien conserve su valor y reciba un cuidado adecuado, lo cual prolonga su vida útil.

Además, el consumidor final puede obtener ventajas económicas, al no verse forzado a comprar objetos costosos que se usan esporádicamente y que, de otro modo, quedarían guardados sin aportar valor.

Otro aliciente para adoptar estos principios es el hecho de que muchas soluciones circulares pueden resultar más asequibles que las tradicionales, ya que el reacondicionamiento y la reutilización suelen tener costes menores que la fabricación de un bien completamente nuevo.

Asimismo, el intercambio entre particulares reduce el gasto y permite el acceso a una variedad más amplia de bienes y servicios, actuando el beneficio económico como motor de motivación, a la vez que se reducen los impactos sobre los recursos del Planeta.

En diversos casos, el estímulo para reparar o remanufacturar se ve reforzado por ventajas fiscales o por el respaldo de iniciativas locales que facilitan el intercambio de conocimientos y herramientas para el arreglo de objetos. Cuando las comunidades se organizan en torno a talleres colaborativos, se impulsa una cultura orientada a mantener la utilidad de las cosas tanto tiempo como sea posible.

En nuestra próxima entrega, desarrollaremos la visión que nos proporciona de la economía circular lo que se conoce como Diagrama de la mariposa (Butterfly diagram) de la Fundación Ellen MacArthur.

Ricardo Estévez

Mi verbo favorito es avanzar. Referente en usos innovadores de TIC + Marketing. Bulldozer sostenible y fundador de ecointeligencia

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