¿Qué significa movilidad sostenible?

Vamos a comenzar comentado el hecho de que llevamos conviviendo con un sistema de movilidad y transporte que ha sabido insertarse en nuestra economía y en el transcurso de la vida cotidiana de los ciudadanos y que resulta altamente complicado abandonar.

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Este modelo insostenible que hemos asumido es altamente contaminante, injusto e insostenible, tanto en lo social, como en lo medioambiental y, de alguna manera, también en lo económico, aunque esto último es más complicado de ver en primera instancia, ya que las externalidades de abaratar artificialmente el sistema no se han trasladado realmente a la sociedad.

Por otro lado, existe una gran desconexión de las causas y las consecuencias del sistema diario de movilidad y transporte con los problemas globales que ocasiona.

Se observa una generalizada falta de conciencia sobre el hecho de que para que nuestro modelo lineal funcione estamos ocasionando un gran problema medioambiental global, ya que la simple necesidad de mover toneladas de hidrocarburos a lo largo y ancho del planeta está destruyendo los ecosistemas y causando graves desequilibrios sociales y económicos.

Cuando se observa uno de los mayores desastres asociados a este modelo, como es el vertido accidental de hidrocarburos en los océanos, ni siquiera se toma conciencia de la correlación con la alta demanda de carburantes que tenemos en nuestros territorios y ciudades, imprescindibles para hacer que funcionen los modos de transporte que se utilizan a diario, desde la movilidad personal, hasta el transporte de personas y mercancías.

El 25 de julio de 2020 en las costas de Islas Mauricio encalló, en un arrecife de coral, el petrolero Wakashio, cargado con 4.000 toneladas de combustible. En este ejemplo se puede ver la complejidad del sistema de transporte marítimo imprescindible para soportar la industria de los hidrocarburos y las graves consecuencias de este.

El barco es propiedad de la naviera japonesa Nagashiki Shipping, tiene bandera de Panamá, zarpó de Singapur con destino a Brasil y se accidenta en las costas de Islas Mauricio que, finalmente, son los que directamente sufren un gran desastre medioambiental y, en consecuencia, económico.

Sin embargo, las consecuencias de este desastre, como de tantos otros, se sufrirán en todo el Planeta. La repercusión en las barreras de coral altamente ya amenazadas por el cambio climático, las acercan más aun a su desaparición, lo que tendría consecuencias fatales en el Planeta, máxime cuando en la actualidad casi el 50% de la población de corales marinos se ha perdido respecto a los datos de 1870.

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La conclusión clara y contundente que se debe extraer de estos hechos es que el sistema de transporte y movilidad actual es el formulado en la era de los combustibles fósiles, pues sobrevive entre otras razones, gracias a ellos.

Es necesario y acuciante plantear un modelo de movilidad que abandone los combustibles fósiles como base de su funcionamiento, pues la sociedad del siglo XXI está llamada a ser la que formule una economía libre de carbono y el transporte es un pilar fundamental para hacerlo.

Además de la clara relación entre economía global y transporte, hay que reflexionar sobre los modos de movilidad insostenible que afectan a las ciudades y los territorios.

Nuestra sociedad se ve afectada por los continuos cambios que surgieron de la revolución digital, dentro de la economía de la globalización, no entendiéndose los fenómenos locales sin referirse a cambios a escala mundial, tanto en los modos de vida como en la organización social y cultural.

Las crisis mundiales son ahora más relevantes en cuanto a su alcance a toda la globalidad del Planeta, siendo la última de ellas una inmensa crisis sanitaria y económica causada por la pandemia del Covid-19 y que ha condicionado los modos de vida y la economía de cualquier lugar de la geografía mundial.

En el último cuarto de siglo XX hemos asistido a la urbanización generalizada de la mayor parte de las regiones habitadas del mundo, con la consiguiente concentración de la población en hábitats urbanos.

En consecuencia, uno de los grandes problemas a los que se enfrenta la sociedad urbana es que el funcionamiento de las ciudades se haga de manera más eficiente y sostenible.

Esta radical transformación de los procesos de urbanización de las ciudades ha entrado en confrontación directa con los modos de crecimiento de la ciudad tradicional, sobre todo, europea.

Hemos pasado de ciudades diversas, compactas y eficientes a ciudades dispersas, tanto en densidades como en usos y, por lo tanto, ineficientes, tanto a nivel social y medioambiental, y, de alguna manera, también a nivel económico pues el beneficio de estas solo redunda en unos pocos y las externalidades negativas afectan a todos.

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Por lo tanto, la ciudad dispersa y difusa, gran consumidora de recursos y suelo, que ha proliferado en las últimas décadas ha obligado a la mayoría de sus habitantes a depender del vehículo privado.

La estructura viaria se ha construido igualmente para dar soporte a esta nueva estructura urbana, haciendo que muchas calles de las ciudades sean auténticas autopistas.

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Las dimensiones de estas favorecen el aislamiento social y la incomunicación, propiciando el abandono de los ciudadanos del espacio público, relegado a favorecer el rápido movimiento de vehículos motorizados.

Estos lugares son altamente peligrosos por la vulnerabilidad de los peatones frente a este tráfico motorizado, así como por la poca o ninguna afluencia de personas a pie.

Por lo tanto, si se quiere caminar hacia una movilidad sostenible, saludable y justa, es imprescindible promover el abandono de este modelo urbano, que beneficia sólo a unos pocos y nos perjudica a todos.

Sin embargo, existe poca predisposición política y empresarial a efectuar un cambio estructural, ya que las ciudades siguen creciendo de acuerdo con las mismas normativas y leyes y bajo el paraguas del mismo modelo desarrollista del sector de la construcción y de la industria del automóvil.

Por este motivo, se hace muy complicado pedir a la población que abandone una movilidad fundamentada en el vehículo privado puesto que la realidad físico-económica sigue siendo la de la movilidad contaminante que la generó.

No existen claras alternativas que no supongan un mayor esfuerzo de tiempos y gestión, así como, en algunos casos, poner en peligro la integridad física en el uso de vehículos no contaminantes, como la bicicleta, o caminar.

Si te ha gustado este tema y quieres profundizar, puedes acceder a informe titulado Movilidad sostenible en entornos urbanos. Estrategias de diseño e implantación de ejes de movilidad sostenible para la mejora de la habitabilidad de los barrios y las ciudades, elaborado por la Fundación Renovables, y que está disponible en nuestro fondo documental ecointeligente.

Ricardo Estévez

Mi verbo favorito es avanzar. Referente en usos innovadores de TIC + Marketing. Bulldozer sostenible y fundador de ecointeligencia

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