La ecología guía el diseño sostenible de las ciudades

El XIV Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Ecología y Biología de la Conservación ha recaído en los ecólogos Lenore Fahrig, Simon Levin y Steward Pickett, por introducir en el estudio de los ecosistemas la dimensión del espacio físico, en el sentido del territorio y sus múltiples escalas, y tener en cuenta su papel para gestionar la interacción entre los sistemas humanos y naturales.

Los ecosistemas son importantes en la interacción entre los sistemas humanos y naturales

Fahrig, Levin y Pickett no han trabajado juntos, pero los 3 han realizado contribuciones fundamentales a la llamada ecología espacial, tanto en el plano teórico como en el práctico. 

La ecología espacial se ocupa de la relación que existe entre el territorio y las formas de vida, consistiendo en gestionar la interacción entre los sistemas humanos y naturales.

Estos investigadores han mostrado el valor que los hábitats de menor tamaño tienen en sí mismos y como ejemplos que se pueden aplicar en territorios de mayores dimensiones, resultando estos elementos imprescindibles para diseñar áreas naturales protegidas, trazar las carreteras y proyectar ciudades sostenibles.

La biodiversidad es imprescindible para el buen funcionamiento del Planeta: produce oxígeno, descompone los residuos, genera alimentos, agua y terreno fértil, de ahí que el desafío de preservarla a escala global sea de primer orden, y una herramienta indispensable para hacerle frente es el conocimiento que incorporan contribuciones como las de los galardonados.

Dentro de la evolución del campo, Simon Levin, catedrático de Ecología y Biología Evolutiva en la Universidad de Princeton (EEUU), marcó un hito al presentar su visión de la ecología espacial en su artículo The Problem of Pattern and Scale in Ecology, publicado en 1992, que hoy sigue siendo uno de los más citados de la ciencia ecológica.

Hasta esa fecha la ecología estaba huérfana de un cuerpo doctrinal que explicara cómo se integran las distintas escalas espaciales, desde áreas locales a continentes, de ahí que los investigadores comiencen en espacios pequeños, como una charca, pero tengan que entender procesos a escala planetaria.

Frente a paradigmas anteriores, que se centraban en la conservación de grandes áreas evitando la presencia del ser humano, estos ecólogos han desarrollado la ecología espacial, que demuestra el valor que los hábitats de menor tamaño tienen en sí mismos y como ejemplos extrapolables a otras escalas de territorio mayores.

También han estudiado la importancia de conectar los hábitats fragmentados, e incluso la posibilidad de preservar la biodiversidad en el entorno urbano, todo ello partiendo del hecho de que la ecología debe contemplar los espacios que son compartidos por la naturaleza y el ser humano.

Levin ha aportado a la ecología herramientas matemáticas que ayudan a identificar patrones comunes a diferentes escalas espaciales.

También nos indica que uno de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos es la pérdida de diversidad biológica, pero para poder comprender lo que está en riesgo, y lo que podemos hacer para solucionarlo, tenemos que comprender los mecanismos que mantienen la diversidad biológica.

Esta ha sido una cuestión central en la teoría ecológica desde hace un siglo, pero hasta hace relativamente poco, no existía mucha teoría matemática que incorporara la dimensión del espacio de la interacción entre especies en modelos, de ahí que Levin haya desarrollado esta línea desde los años 70 para construir modelos ecológicos que incorporasen la estructura espacial.

Levin ha ofrecido el armazón teórico y los modelos que faltaban para entender cómo el espacio físico influye en la dinámica de los ecosistemas y en la vida de los organismos. Es la base de los estudios que explican los procesos de fijación de carbono por parte de los bosques, cómo se reparten la vida animal y vegetal en la tierra, las migraciones de animales o la dispersión de las plantas, cómo se estructuran y relacionan las poblaciones entre sí, o cómo los procesos de degradación de la naturaleza crean barreras infranqueables y por lo tanto causan situaciones de aislamiento.

Por su parte, Lenore Fahrig, catedrática de Biología de la Universidad de Carleton (Canadá), recurre a las vistas aéreas para explicar el concepto de ecología espacial.

Es un área con aplicación inmediata a problemas concretos: ¿Es mejor crear un área protegida muy extensa, o de dimensiones más reducidas? ¿Sirve de algo crear corredores ecológicos entre distintas áreas? Y también, ¿qué impacto tendrá el trazado de una carretera?

El hábitat se fragmenta debido al impacto humano, y ésta es una de las amenazas más profundas para la biodiversidad, y para estudiar esto Fahrig ha desarrollado métodos teóricos, basados en datos, para reducir los efectos de la pérdida del hábitat manteniendo la conectividad entre áreas fragmentadas.

Su trabajo investiga el papel fundamental de las redes de carreteras y de las pequeñas áreas de conservación en la distribución y abundancia de las especies.

Una de las conclusiones del trabajo de Fahrig se centra en el valor de las áreas pequeñas, en contraposición al enfoque desarrollista limitaba la conservación a grandes áreas, dejando de lado otras menores.

Fahrig demuestra que también es importante conservar áreas pequeñas, porque si están bien conectadas entre sí pueden ayudar a preservar la biodiversidad, siendo pionera de la idea de conectividad entre reservas, es decir, si las reservas no están bien conectadas por corredores naturales, serán deficitarias.

Según Fahrig el conocimiento que tenemos sobre los daños que estamos provocando es lo que necesitamos para detener la pérdida de especies, por lo que no hay justificación alguna para poner una especie en peligro porque queremos obtener beneficios económicos a corto plazo.

Steward Pickett, investigador en el Instituto Cary de Estudios de Ecosistemas (EEUU), ha desarrollado el campo de la ecología urbana, siendo pionero en la integración en la teoría ecológica a los seres humanos como componentes de los ecosistemas, vinculando la ecología y el diseño urbano, y aportando perspectivas éticas y filosóficas al estudio de los ecosistemas dominados por el hombre.

El trabajo de Pickett se ha desarrollado en colaboración estrecha con especialistas en arquitectura, urbanismo, arte, sociología y economía, indagando en cómo las personas, incluso en un hábitat urbano, podemos acercarnos a la naturaleza, siendo especialmente relevante en áreas en las que el medio urbano está próximo al natural, como hemos visto por ejemplo en el origen de las pandemias por transmisión de patógenos que saltan de reservorios naturales al hombre.

Pickett concibe las ciudades como mosaicos con muchas capas: la construida, la capa normativa y la capa verde, abordando la planificación urbana integrando todas estas capas.

Para Pickett, es necesario invertir las prioridades en el urbanismo actual, ya que actualmente las ciudades están diseñadas para los coches, debiendo darle la vuelta a esto y pensar en las ciudades como lugares en los que la biología tiene que funcionar y la biodiversidad tiene que prosperar, para realizar funciones útiles para el control del clima, del agua e incluso para cuidar la salud física y psicológica de las personas.

Debemos diseñar las ciudades en primer lugar para la convivencia de la naturaleza y las personas, y rebajar la importancia de la dimensión física y la eficiencia del transporte

Finalizamos recordando que la Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento reconoce con estos premios internacionales a aquellas contribuciones científicas de amplio impacto por su originalidad y significado teórico, así como por su capacidad para avanzar en la frontera de lo conocido.

Ricardo Estévez

Mi verbo favorito es avanzar. Referente en usos innovadores de TIC + Marketing. Bulldozer sostenible y fundador de ecointeligencia

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