¿Cómo llevamos la economía circular a nuestras ciudades?

Se estima que en 2050 la población mundial alcanzará los 9.000 millones de personas, y de esa cifra el 55% vivirá en ciudades.

La economía circular tiene mucho que aportar a las ciudades y regiones

Así, los lugares y ubicaciones donde las personas vivimos, trabajamos y consumimos ocupan un papel fundamental en la tan necesaria transición hacia una economía circular.

La presión sobre los recursos naturales aumentará, mientras que cada día necesitamos más infraestructuras, servicios y viviendas, lo que lleva a que las ciudades representen actualmente casi el 66% de la demanda mundial de energía, produzcan el 50% de los desechos sólidos, y sean responsables del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).

Se estima que para 2050 los niveles de residuos sólidos urbanos (RSU) se duplicarán mundialmente

La actual crisis del COVID-19 ha hecho patente lo insostenible de muchos hábitos de nuestro estilo de vida, lo que nos está llevando de manera acelerada a replantearnos ciertos patrones de producción y consumo para conseguir una recuperación sostenible.

Para alcanzar un uso más eficaz y eficiente de los recursos disponemos de herramientas, como son el diseño sostenible y la economía circular, que suponen una oportunidad para dar lugar a una nueva forma de pensar que dote a nuestra sociedad de la resiliencia necesaria frente a futuras crisis.

Según la Fundación Ellen MacArthur, la economía circular se basa en 3 principios:

  1. Eliminar los residuos y la contaminación
  2. Mantener los productos y materiales en uso durante más tiempo
  3. Regenerar sistemas naturales.

En nuestras ciudades y regiones, la economía circular implica un cambio sistémico, mediante el cual:

  • se prestan servicios, haciendo un uso eficiente de los recursos naturales como materias primas y se optimiza su reutilización
  • las actividades económicas se planifican y llevan a cabo de manera que se cierren, ralenticen y reduzcan los ciclos/bucles en las cadenas de valor
  • la infraestructura está diseñada y construida para huir del modelo lineal imperante y evitar el desperdicio sistemático de los recursos

De esta manera se espera que la economía circular genere impactos positivos en el medio ambiente mediante la reducción de emisiones atmosféricas, aumentando la proporción de energía renovable y recursos reciclables, así como reduciendo el uso de materias primas, agua, tierra y energía.

Las energías renovables presentes en viviendas y barrios

Las proyecciones muestran que el abandono de la economía líneal, basada en el fabricar – usar – tirar, tiene un potencial estimado de crecimiento económico de 4,5 billones de dólares hasta para 2030.

La economía circular podría proporcionarnos 700.000 millones de dólares en ahorro de material de bienes de consumo global. Además, con actividades como la reparación, el mantenimiento, la mejora, el reacondionamiento, la reutilización, el reciclaje de materiales y la extensión de la vida útil del producto, que requieren más mano de obra que la minería y la fabricación de una economía lineal, es probable que la economía circular brinde gran cantidad de oportunidades para la creación de empleo.

Pero todo este potencial de la economía circular para impulsar nuestras ciudades, regiones y naciones debe hacerse realidad. Lograr esto requiere ir más allá de los aspectos meramente técnicos, pasando por el establecimiento de un marco adecuado de gobernanza y entorno propicio.

El marco conocido como el de las 3P (en inglés, persons, politics and places), sostiene que la economía circular implica un cambio hacia vías de producción y consumo sostenibles, así como nuevos modelos de negocios y gobernanza.

También requiere un enfoque holístico y sistémico que atraviese las políticas sectoriales, y un enfoque funcional que vaya más allá de los límites administrativos de las ciudades y las vincule con las áreas rurales para configurar adecuadamente los circuitos.

Según estudios realizados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) sobre la economía circular en ciudades y regiones, se identifican 5 categorías principales en términos de brechas o dificultades a salvar:

  1. Brechas financieras, relacionadas con financiación insuficiente, riesgos, falta de escalado en negocios e inversiones y falta de participación del sector privado.
  2. Brechas regulatorias, traducidas en barreras regulatorias pueden inhibir el desarrollo y la implementación de estrategias de economía circular.
  3. Brechas de políticas, procedentes de una falta de visión holística, un liderazgo y coordinación deficientes, y también una falta clara de voluntad política.
  4. Brechas de conciencia, procedentes de barreras culturales, falta de información adecuada sobre cuestiones relacionadas con la sostenibilidad.
  5. Brechas de capacidad, tanto en relación con la falta de recursos humanos específicos como con la de procedimientos y tecnologías habilitadoras para transformar las cadenas de valor y prevenir el desperdicio de recursos.

Estos estudios sugieren que las ciudades y regiones actúan simultáneamente como promotoras, facilitadoras y habilitadoras de la economía circular, en una responsabilidad compartida con los gobiernos nacionales y las partes interesadas (stakeholders).

Pero ¿qué pueden hacer las ciudades para ser circulares y sostenibles? Estas son las principales líneas de acción:

  • Promover la economía circular, actuando como modelo a seguir, tanto para empresas como para ciudadanos, proporcionando información clara y estableciendo objetivos y metas, lo que lleve a promover una cultura sostenible y responsable con el entorno.
  • Facilitar las conexiones y el diálogo mediante: la implementación de una gobernanza multinivel eficaz para alinear las prioridades y los incentivos entre los sectores, los niveles de gobierno y las partes interesadas; fomentar el pensamiento sistémico para lograr la coherencia de las políticas, integrando políticas aisladas; facilitar la colaboración entre empresas y actores públicos sin fines de lucro; y adoptar un enfoque funcional que trascienda las fronteras administrativas y fomente los vínculos y las asociaciones entre las zonas rurales y urbanas.
  • Permitir las condiciones de gobernanza adecuadas, que incluyen: identificar los marcos regulatorios que deben adaptarse para fomentar la transición a la economía circular; movilizar recursos financieros y asignarlos de manera eficiente; adecuar los recursos humanos y técnicos a los desafíos a enfrentar; apoyar el desarrollo empresarial a través de espacios de innovación, compras públicas y alianzas; y generar un sistema de información basado en datos sólidos para evaluar los resultados y los resultados de las políticas.

Finalmente nos gustaría apuntar que, aunque nos pueda parecer que nuestras ciudades tienen un largo y complicado camino por delante, lo cierto es que muchas de ellas están ya desde hace tiempo en esta línea de trabajo, siendo la ciudad inteligente o smart city un modelo adecuado para respaldar la implementación de estas cuestiones comentadas, y de otras muchas que encajan perfectamente con lo que hemos visto.

Ricardo Estévez

Mi verbo favorito es avanzar. Referente en usos innovadores de TIC + Marketing. Bulldozer sostenible y fundador de ecointeligencia

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