Del entusiasmo al escepticismo: ¿estamos preparados para adoptar una economía circular?

La economía circular lleva más de una década presentándose como la pieza que faltaba para reconciliar crecimiento y límites planetarios. Frente al modelo lineal identificado por fabricar-usar-tirar, propone mantener los materiales en uso el mayor tiempo posible, diseñar productos reparables y compartir los beneficios entre empresas y sociedad.

La economía circular choca con la realidad ya que lleva más de una década presentándose como un revulsivo de la sostenibilidad

Sobre el papel resulta difícil no entusiasmarse. Sin embargo, en la práctica surgen señales contradictorias: normativas pioneras como la nueva Directiva europea de Derecho a Reparar prometen empoderar al consumidor, mientras que la quiebra de startups icónicas y la inflación ponen el freno a la adopción masiva.

Es nuestra intención proporcionar una mirada equilibrada de la situación actual: qué oportunidades reales brinda hoy la circularidad y qué incomodidades perciben gobiernos, empresas y, sobre todo, los ciudadanos. Para que no cunda el desánimo, vamos a terminar con una serie de ideas para acelerar una transición más inclusiva y ecointeligente.

1. La economía circular como gran promesa

1.1 Ahorro de recursos y creación de empleo

La Comisión Europea estima que la transición circular podría generar hasta 700 000 empleos netos en la UE de aquí a 2030 y aumentar el PIB un 0,5% gracias a prácticas de diseño sostenible orientado al reciclaje, la logística inversa y los servicios de reparación.

En un contexto de relocalización industrial y envejecimiento demográfico, estos empleos locales resultan un argumento irresistible para los responsables de política industrial.

España, por su parte, identificó su compromiso en reducir un 30% el consumo nacional de recursos y un 15% la generación de residuos en 2030 dentro de su estrategia España Circular 2030. La combinación de beneficios ambientales y oportunidades económicas refuerza la narrativa positiva de este tipo de iniciativas.

1.2 Políticas que aceleran el cambio

La agenda regulatoria europea avanza a velocidad de crucero. La mencionada Directiva de Derecho a Reparar, aprobada en mayo de 2024, obliga a los fabricantes a ofrecer repuestos y servicios de reparación a precios razonables, alargando la vida útil de electrodomésticos y dispositivos electrónicos. El mercado postventa que se abre se estima en 4.000 millones de euros anuales.

En paralelo, municipios y regiones experimentan con depósitos reembolsables para envases, compras públicas circulares y bonificaciones fiscales para productos reacondicionados. Las políticas reducen la incertidumbre para las empresas innovadoras y envían una señal clara al mercado: lo circular debe ser la nueva normalidad.

1.3 Innovación empresarial y casos de éxito

Las compañías que han interiorizado la lógica circular comienzan a cosechar ventajas competitivas.

Aunque abundan las prácticas de greenwashing y sus múltiples variantes, IKEA durante 2024 ha ampliado su programa Buy-Back & Resell a toda la UE, logrando que un 30% de sus ventas de mobiliario infantil provenga de productos reacondicionados.

En el sector moda, Inditex ha ensayado en España talleres de reparación exprés y materiales reciclados de origen textil. Y, pese a la quiebra de la sueca Renewcell, nuevos actores como Circ, Syre o la española Coleo lideran el renacimiento del reciclaje textil.

2. Las fricciones que sienten los ciudadanos

2.1 El coste: ¿quién paga la circularidad?

Aunque la Directiva R2R promete abaratar reparaciones, muchos productos sostenibles siguen siendo más caros cuando pasamos por caja.

En este escenario, la inflación erosiona la disposición a pagar: en 2024 solo el 59 % de los europeos aceptaba un sobreprecio por productos circulares, frente al 72 % en 2007.

El riesgo: que la circularidad se convierta en un lujo, no en un derecho universal

2.2 Infraestructuras y servicios aún inmaduros

El reciclaje de alta calidad depende de infraestructuras que, fuera de las grandes urbes, siguen siendo incipientes.

La falta de plantas de clasificación textil, uno de los factores que contribuyó al colapso de Renewcell, evidencia que la tecnología por sí sola no basta.

2.3 Tecnología, usabilidad y brecha digital

Plataformas de alquiler en un clic y tutoriales de reparación DIY (hazlo tú mismo) funcionan para nativos digitales, pero excluyen a colectivos vulnerables.

Diseñar soluciones omnicanal y accesibles (tienda física+ app) es clave para no dejar a nadie atrás.

2.4 Narrativas que generan desconfianza

La proliferación de sellos ecológicos y declaraciones sobre sostenibilidad mal verificadas alimenta el greenwashing.

Si un consumidor compra un dispositivo reparable y descubre que la batería está soldada, asociará la circularidad con publicidad engañosa. Métricas claras y auditorías independientes son vitales para consolidar la confianza.

3. Cómo transformar la incomodidad en impulso

3.1 Diseño centrado en el usuario

Volver a las bases del diseño circular implica preguntar al usuario qué le resulta útil.

Electrodomésticos modulares con manuales ilustrados, muebles que crecen con la familia o prendas con pasaporte digital legible por cualquier planta de reciclaje son ejemplos de circularidad pragmática.

3.2 Incentivos y fiscalidad verde

Los precios deben reflejar el coste real de los recursos. Reducir el IVA de la reparación (como hace Suecia) o implantar bonos de segunda vida que descuenten la compra de reacondicionados podrían equiparar su precio al de los productos nuevos.

Créditos fiscales por uso de materias secundarias ayudan a absorber la prima de riesgo de la innovación.

3.3 Educación y alfabetización circular

Un 65% de los europeos reconoce el vínculo entre medio ambiente y calidad de vida, pero abundan dudas sobre conceptos como remanufacturar o biobasado.

Incluir la economía circular en los planes de estudio, formar a técnicos de reparación y premiar a las comunidades que alcanzan objetivos de reutilización generará capital social para el cambio.

3.4 Gobernanza colaborativa y métricas transparentes

La circularidad comprende actividades que se realizan en equipo. Plataformas público-privadas que compartan datos de flujos materiales (por ejemplo, un pasaporte digital de producto accesible al consumidor) permiten decisiones informadas y trazabilidad.

Indicadores homogéneos (ratio de reutilización, intensidad material) facilitan comparar empresas y orientar la inversión sostenible.

Conclusión: de espectadores a protagonistas

La economía circular no es una utopía ni un placebo verde: es un proceso de aprendizaje social que combina regulación, innovación y cambio cultural.

Las incomodidades actuales, es decir, precios más altos, servicios imperfectos o exceso de incentivos, son síntomas de un mercado que está madurando. Pero la evidencia muestra que, bien gestionada, la circularidad puede generar empleo de calidad, resiliencia industrial y beneficios ambientales tangibles.

Al igual que ocurrió, por ejemplo, con las energías renovables, el reto consiste en democratizar el acceso y repartir costes y beneficios de forma justa. Eso exige políticas coherentes, empresas transparentes y consumidores activos.

La invitación que lanza la economía circular es clara: pasar de usuarios finales a codiseñadores de un sistema productivo que, por fin, funcione dentro de los límites del Planeta.

Y tú, ¿aceptas el reto?

Ricardo Estévez

Mi verbo favorito es avanzar. Referente en usos innovadores de TIC + Marketing. Bulldozer sostenible y fundador de ecointeligencia

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