Vivir en una crisis permanente

Vivimos una sucesión de crisis, una tras otra, que está modelando a la persona de hoy en día, desarrollando una capacidad de adaptación, que cada vez requiere menos tiempo.

Vivir en crisis permanente se caracteriza por estar inmersos en un periodo prolongado de inestabilidad e inseguridad

Una vez interiorizamos la inestabilidad como norma, la forma en que nos adaptamos afecta a lo que compramos, a nuestra percepción sobre las marcas, e incluso, a cómo vemos a nuestros empleadores.

La situación es que nuestro mundo se tambalea por causa de pandemias, guerras, divisiones políticas extremistas, incendios forestales, fenómenos meteorológicos graves o aumentos severos del coste de la vida, lo que provoca que no tengamos tiempo para tomarnos un respiro mientras que acaba una crisis y viene la siguiente.

Aunque es posible que muchas personas consideren que la primera mitad del siglo XX fue una etapa más convulsa, lo cierto es que en los últimos 30 años se han sucedido crisis de topo tipo, algunas ellas, como la crisis climática y la crisis de biodiversidad, que han venido para quedarse.

Esta crisis permanente se caracteriza por ser periodo prolongado de inestabilidad e inseguridad

Tendemos a pensar que los sistemas a través de los cuales dirigimos nuestras vidas nos están fallando, haciendo recaer sobre otros la responsabilidad de los problemas que padecemos.

Es el caso de los trabajadores cuyos ingresos no aumentan al mismo ritmo que la inflación, están sufriendo recortes salariales y están afectados por una alta inflación que impacta en el coste de bienes y servicios, como puede ser la energía.

En Argentina, por ejemplo, los tipos de interés han alcanzado el 75% y la inflación casi el 100%, mientras que la crisis energética del Reino Unido amenaza con sumir a un tercio de los hogares en la pobreza energética y el coste de la vida aumenta al ritmo más rápido de los últimos 40 años.

Mientras luchamos contra crisis de tipo económico y financiero, se empiezan a hacer patentes los efectos cada vez más tangibles de la crisis climática.

Estudios recientes anuncian que las temperaturas récord que se registraron en Europa en el verano de 2022 se conviertan en la norma para 2035, lo que probablemente hará que millones de personas se vean desplazadas por los incendios forestales, las inundaciones repentinas y los daños causados por la climatología.

Asia será la más afectada por la subida del nivel del mar, ya que seis de sus países albergan aproximadamente al 75% de los 300 millones de personas de todo el mundo que viven en zonas que, según las previsiones, se situarán por debajo de los niveles medios de inundación costera en 2050.

El aumento del nivel del mar pone en peligro las áreas a baja altitud

En un mundo en el que abunda la información, ya sea para buscar soluciones a los problemas o solamente como evasión, las personas recurrimos a Internet como una vía de escape enfrentándonos también a otra serie de cuestiones preocupantes.

El uso de algoritmos en las numerosas aplicaciones que tenemos a nuestro alcance o la proliferación de noticias falsas (fake news) provocan que nos cuestionemos si las decisiones que tomamos son realmente nuestras o son el resultado de una manipulación.

De hecho, muchos simplemente dejan de consultar y, según estudios recientes, el interés por las noticias ha disminuido notablemente en todos los mercados, del 63% en 2017 al 51% en 2022. Y esto no ayuda precisamente a sensibilizar sobre la importancia de que adoptemos un estilo de vida sostenible.

Estamos inmersos en una época que exige de manera incesante que adoptemos estrategias mentales de adaptación, lo que está minando la sensación de seguridad de las personas y provocando una ansiedad generalizada.

La inestabilidad también provoca cierta normalización de los comportamientos contradictorios, es decir, las personas se permiten ser incoherentes al conciliar los valores personales con las realidades prácticas y, según estudios, el 69% de los encuestados afirmó que los comportamientos paradójicos son humanos y aceptables.

Desde hace al menos 40 años, la estabilidad y la creciente prosperidad han llevado a miles de millones de personas a progresar en la famosa pirámide de necesidades de Maslow, siendo un ejemplo China que ha sacado de la pobreza a más de 800 millones de personas desde 1990.

La cuestión que discernir es saber si, a medida que las personas vuelven a descender y se preocupan cada vez más por cuestiones como la alimentación, la calefacción y la vivienda, olvidarán las necesidades de orden superior, como la estima e incluso la autorrealización.

A excepción de los miembros más pobres de la sociedad, las últimas décadas han enseñado a las personas valores que creemos que se no abandonarán de manera voluntaria.

El abandono de valores perjudica notablemente a la lucha contra la crisis climática y la crisis de biodiversidad

Los periodos de inestabilidad son algo intrínseco a la vida y, a lo largo de la historia, la gente siempre ha encontrado formas de adaptarse para salir adelante.

Según informes recientes, en los países emergentes, las personas tienen tanta experiencia en afrontar periodos de inestabilidad que, cuando reciben malas noticias, se disgustan, pero siguen adelante.

Su capacidad, o quizá su voluntad, de adaptarse suele superar con creces a la de las personas acostumbradas a vivir en países desarrollados.

En resumen, vivir en una crisis permanente va a requerir un ajuste en nuestras respuestas, siendo una característica decisiva la rápida adaptación a los cambios constantes.

Ricardo Estévez

Mi verbo favorito es avanzar. Referente en usos innovadores de TIC + Marketing. Bulldozer sostenible y fundador de ecointeligencia

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