El largo viaje de nuestros alimentos

Animales vivos, pescado, carne, lácteos, fruta, cereales, legumbres, azúcar, café́, piensos para animales … nuestro estilo de vida, lejos de ser autosuficiente en la producción de alimentos, necesita cada vez más de la importación de éstos. Empieza así, el largo (y poco ecointeligente) viaje de nuestros alimentos.
Proliferan los mercados con alimentos de kilómetro cero
Nuestro actual modelo agroalimentario es uno de los principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Existen estudios que cifran la contribución de la agricultura en un 11-15% de las emisiones, aunque si consideramos todo el proceso industrial desde que se producen los alimentos hasta que terminan en la mesa del consumidor, la cifra puede llegar alrededor del 50%.

No solo hay que considerar la producción del alimento sino también la deforestación, la contaminación química, el sobre-envasado, la refrigeración, y el transporte

De todos estos elementos, quizás sea el transporte de alimentos uno de los grandes olvidados cuando se abordan cuestiones sobre sostenibilidad.
Si nos fijamos a nivel europeo, el transporte representa el 40% del consumo de energía final consumida, procediendo casi en su totalidad de productos derivados del petróleo.
Y no podemos olvidarnos que el consumo de combustibles fósiles guarda relación directa con los principales impactos en la sostenibilidad del Planeta: calentamiento global, lluvias acidas, efectos negativos sobre la salud, pérdida de biodiversidad …
Ante esta situación poco ecointeligente surgen los llamados alimentos de kilómetro cero, también conocidos como de proximidad o de cadena corta, que se elaboran y comercializan de forma local, y no requieren casi de transporte para llegar al consumidor final.
Las verduras y su relevancia en la dieta mediterránea
La distancia que recorren nuestros alimentos se ha incrementado enormemente desde los inicios de la Revolución Verde en los años 60 hasta la actualidad gracias al precio relativamente barato del petróleo, y en las ultimas décadas las importaciones de alimentos al mundo occidental.
Este crecimiento, en consonancia con la globalización, está relacionado con la liberalización de los mercados agrarios impulsada desde la Organización Mundial del Comercio (OMC) y los tratados de comercio entre naciones.
El modelo agroindustrial imperante, orientado a la exportación y manejado por empresas multinacionales, nos impone qué, cómo, cuándo y dónde se producen y comercializan los alimentos, por encima de criterios personales, ambientales o sociales.
El actual sistema agroalimentario funciona como una industria globalizada que nos permite acceder a productos fuera de temporada y a variados alimentos exóticos, sin importar el (largo) recorrido que experimentan estos alimentos antes de llegar a nuestras casas.
Sin embargo, es importante señalar que este viaje poco sostenible se defiende por las instancias interesadas como una forma de reducir costes a lo largo de la cadena alimentaria, dado que lo que se conoce como externalidades no son reflejadas en los precios.
Así, la importación de alimentos implica injusticias sociales y ambientales graves, tanto en lo que se refiere a utilización de recursos naturales de países menos desarrollados, como por la importante cantidad de emisiones de GEI que el transporte a larga distancia de los alimentos significa como contribución a la crisis climática.
En este sentido, la responsabilidad de los países industrializados es la de reducir drásticamente sus emisiones en vez de buscar complejas soluciones como puede ser el comercio de carbono.

Replantear las distancias que recorren nuestros alimentos, optar por el consumo de alimentos de procedencia local, es una manera al alcance de todos de luchar contra el cambio climático

Y son, precisamente las grandes distancias que recorren los productos las que se suman a impactos como el agotamiento de recursos naturales no renovables, la deforestación, la construcción de infraestructuras de transporte y la quema de combustibles.
Está en nuestra mano como consumidores valorar los impactos del transporte de alimentos dentro de este sistema global, de forma que puedan ser considerados en nuestras elecciones de consumo.
El movimiento Slow Food promueve la comida de calidad
La promoción de un modelo de agricultura de pequeña escala, social y sostenible, orientado a mercados locales a través de canales cortos de comercialización, es una alternativa a los problemas alimentarios, de pérdida de biodiversidad o de despoblamiento rural, que deben ser tenidas en cuenta tanto por el ciudadanos, como por empresas y administraciones públicas.
Ahora nos toca a nosotros hacer algo, ¿te apuntas al consumo de alimentos kilómetro cero?

Ricardo Estévez

Mi verbo favorito es avanzar. Referente en usos innovadores de TIC + Marketing. Bulldozer sostenible y fundador de ecointeligencia

Esta entrada tiene 0 comentarios

  1. Reynaldo López García

    Como parte de nuestra cultura de consumo, debemos adoptar el Kilómetro Cero, ya que así aseguramos que nuestros alimentos sean de calidad y sin enfermedades y evitamos la contaminación, cerremos filas en crear cooperativas de consumo regional.

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