Hacia un crecimiento no económico

Si nos fijamos en los indicadores, estudios y noticias que nos abruman en estos días, cobra cada vez más vigencia la teoría desarrollada por Herman Daly que nos muestra que en el Planeta se ha instaurado un crecimiento no económico (uneconomic growth) que refleja dinamismos en el Producto Interior Bruto (PIB) pero que, lejos de generar una manifiesta prosperidad, provoca una disminución de la calidad de vida.

El crecimiento no económico indica que aumentos del Producto Interior Bruto (PIB) pueden provocar una disminución de la calidad de vida

Daly, veterano ambientalista y catedrático emérito de la Escuela de Política Pública de la Universidad de Maryland (EEUU), ha desarrollado este concepto de crecimiento no económico o antieconómico que se utiliza en la teoría del desarrollo humano, en la teoría del bienestar y en la economía ecológica.

Este crecimiento no económico ocurre cuando los aumentos en la producción tienen un coste en recursos y bienestar que vale más que los productos y servicios realizados.

Así, se argumenta que el coste o disminución del bienestar asociado con el crecimiento económico prolongado surge como resultado de los sacrificios sociales y ambientales que se hacen necesarios por esa creciente invasión del ecosistema.

En relación a esto conocemos también el concepto de desarrollo sostenible, y que también refleja la creciente preocupación por el agotamiento de recursos y por la degradación ambiental.

Sin embargo, parte del éxito en la difusión del término desarrollo sostenible se debe a su ambigüedad, ya que tradicionalmente se había identificado desarrollo económico con crecimiento económico de forma que el término desarrollo sostenible se identifica con crecimiento sostenible.

Incluso sostenible se asemeja a sostenido y es fácil identificar que entre el objetivo del desarrollo sostenible y el crecimiento sostenido no había grandes contradicciones cuando en realidad el modelo lineal imperante (fabricar – usar – tirar) antepone las tasas de crecimiento a los evidentes problemas de sostenibilidad de nuestro estilo de vida.

La habitual identificación de los términos desarrollo sostenible y crecimiento sostenible tiene 2 consecuencias negativas.

La primera consecuencia negativa es que impide ver cuáles son las auténticas raíces del actual escenario de falta de sostenibilidad que vivimos y que se hacen evidentes en las actuales crisis climática y de biodiversidad.

Esta falta de sostenibilidad tiene una dimensión que no puede entenderse en absoluto si no se tiene en cuenta el factor escala.

La economía ha crecido ocupando cada vez más espacio de la naturaleza y, utilizando palabras de Herman Daly, hemos pasado de un mundo relativamente vacío de actividad humana a mundo un relativamente lleno de ella.

Es decir, ocupación de espacio en sentido estricto (urbanización, infraestructuras, transformación agrícola …) pero también espacio en sentido más figurado (ciclo hidrológico apropiado para usos humanos, apropiación de la producción primaria de las plantas, contaminación de la atmósfera …).

Del aumento de ocupación del espacio medioambiental hay indicadores cuantitativos que intentan resumirlos en una única cifra, como puede ser la huella ecológica o la huella ambiental.

Estos índices han tenido una gran importancia en la divulgación de la idea de que nuestra sociedad ha superado los límites del Planeta.

Sólo en referencia al aumento de escala, podemos entender el carácter global y no sólo local de las alteraciones ambientales y, en especial, las relacionadas con la composición atmosférica y el cambio climático que estamos sufriendo.

El consumo responsable es una herramienta poderosa al alcance de todos

Este aumento del tamaño del sistema económico ha sido debido al crecimiento demográfico de la población, pero también al creciente consumo de recursos por cápita, sobre todo en el mundo desarrollado.

La segunda consecuencia negativa de la identificación entre desarrollo sostenible y crecimiento sostenible es lo que se ha denominado el fetiche del crecimiento económico.

Lo urgente es revisar el papel del crecimiento económico, es decir, del aumento de magnitudes, como el Producto Interior Bruto (PIB), como indicadores básicos de éxito económico.

El desarrollo es un término que puede atender a muchas cuestiones y se puede también equiparar a evolucionar a mejor, cubrir las necesidades básicas de los que no las tienen cubiertas y aumentar las capacidades humanas.

Desde este punto de vista, esto implicará normalmente que la gente pobre consuma más alimentos, disponga de más agua potable, utilice más energía o acceda a más medicamentos, mientras que el mundo desarrollado puede tener las necesidades básicas satisfechas y se puede desarrollar consumiendo muchos menos recursos.

Las relaciones entre crecimiento económico y la sostenibilidad son, por lo tanto, tremendamente conflictivas, pero son también complejas.

Las economías cambian a lo largo del tiempo, tanto en tecnologías como en peso de los diferentes sectores económicos, de forma no se puede descartar a priori que el crecimiento del PIB vaya acompañado en algunos lugares y momentos históricos de menor uso de recursos naturales y menores impactos ambientales.

Veamos 2 ejemplos en este sentido.

Supongamos que aumentan los impuestos de forma que un conjunto de personas ve disminuir su renta disponible y supongamos que con este dinero el gobierno contrata trabajadores para atención domiciliaria a la población de mayor edad.

El PIB aumentará ya que habrá un nuevo servicio, pero no necesariamente aumentarán los problemas ambientales. Las personas contratadas quizás gastarán en consumo una cantidad similar a la que los afectados por los nuevos impuestos detraemos de nuestro consumo.

Los impactos del nuevo consumo no serán idénticos, pero no sabemos en qué dirección se moverán.

Otro ejemplo. Si se nos estropea un electrodoméstico y decidimos arreglarlo en vez de comprar uno nuevo, ello también generará ingresos que se suman en el PIB. De hecho, si la reparación fuese más cara que la producción de nuevo aparato (lo que, desde luego, hace improbable la reparación) la reparación comportaría mayor PIB que la nueva producción.

La conclusión es que el nivel del PIB es una cuestión clave de los impactos ambientales, pero también es extremadamente importante su composición y las tecnologías utilizadas.

Es verdad que la experiencia histórica muestra que el crecimiento suele en general más que contrarrestar las posibles mejoras parciales. En otras palabras, las mejoras en eficiencia son fácilmente compensadas por el factor escala.

Colas kilométricas en las carreteras de China

Y terminamos con un ejemplo típico: Los automóviles actuales consumen en promedio menos energía que los de hace unas décadas, pero el aumento del parque automovilístico y de los kilómetros recorridos ha comportado que el consumo energético y las emisiones de CO2 del sector transporte no hayan dejado de aumentar.

En este sentido, la propia mejora de eficiencia en el uso de un recurso natural es uno de los factores que estimula su mayor uso debido a que el precio del servicio que obtenemos disminuye, produciendo un efecto rebote.

La evidencia empírica a nivel agregado es también contundente: no hay signos de que las economías ricas se estén desmaterializando.

Las toneladas de materiales que se movilizan como base de estas economías no disminuyen en términos absolutos, sino que en general pasa lo contrario, aun cuando a veces los movimientos de materiales que generan quedan ocultos por la globalización al producirse en otros países.

Cuando la gente es más rica podría gastar el dinero en cosas no materiales pero el hecho es que va más en coche, viaja más en avión, tiene más segundas y terceras residencias, come más carne, tiene más aires acondicionados … y esto provoca más impactos en la sostenibilidad de nuestro estilo de vida que raramente son totalmente compensados por mejoras tecnológicas.

Ricardo Estévez

Mi verbo favorito es avanzar. Referente en usos innovadores de TIC + Marketing. Bulldozer sostenible y fundador de ecointeligencia

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