La crisis climática, ¿puede esperar?

Trabajar cerca de las empresas da la posibilidad que constatar que cada decisión que tomamos tiene su impacto, y en ocasiones éste se produce con años de diferencia cuando es ya difícil asociar la causa con el efecto. Cuando hablamos de crisis climática también sucede algo parecido.

La crisis climática no puede esperar, sus efectos son alarmantes y evidentes

Por ejemplo en el ámbito de nuestras decisiones financieras, ¿qué puede significar tener una hipoteca a 30 años en una zona con posibilidad de incidencias por inundaciones, tormentas o incendios?

¿Cuál es el valor de abrir una planta de carbón hoy en día cuando los costes en términos económicos y sociales de operarla son mucho más altos que las alternativas renovables?

¿Cuál es la probabilidad de que se cumpla una promesa corporativa de lograr emisiones cero netas de aquí a 30 años cuando la permanencia en promedio de un alto ejecutivo es menor de 5 años?

Podíamos continuar exponiendo interrogantes de este estilo, pero en resumen, ¿cuál es el coste de estar agobiado esperando a que ocurran episodios relacionados con la crisis climática mientras continuamos sin cambiar nada en absoluto? Hace unos años Nicholas Stern ya nos mostró el coste de no hacer nada

Lo cierto es que estamos perdiendo un tiempo precioso esperando a que otros nos soluciones el problema climático

Desde el punto de vista de las instituciones públicas y de las empresas, retrasar el paso a la acción hasta que se den ciertas circunstancias, como que se fije el precio del carbono, unas proyecciones de riesgo más claras o un estándar holístico, es algo que pronto se va a percibir como inasumible, con el agravante de que no podemos dar marcha atrás en el tiempo.

El actual modelo energético es contaminante e ineficiente

Lo cierto es que la disciplina de la ciencia que estudia el clima y sus consecuencias es relativamente nueva, lo que hace difícil traducir los cambios que se están produciendo a nivel climático en políticas y en proyecciones económico – financieras acertadas.

Es aún más difícil fusionar estimaciones sectoriales para conseguir esa perspectiva global del sistema, lo que provoca en primera instancia cautela y retraso en la toma de decisiones, lo que nos está llevando a la parálisis y a no hacer nada en absoluto.

¿Y cuál va a ser el costes de esta falta de acción?

La reciente avalancha de compromisos corporativos y gubernamentales en torno al Día de la Tierra y la Cumbre del Clima de Biden de 2021 muestra la urgencia de avanzar a una velocidad mayor, ya que los riesgos climáticos están superando rápidamente las previsiones económico-financieras que estábamos preparados a afrontar.

Los episodios climáticos extremos están causando un número récord de desastres, ascendiendo su coste en daños en 2020 a casi 96 mil millones de dólares

Alternativas como la fijación de precios del carbono podría obligar a las grandes corporaciones a enfrentarse a unos costes de hasta 283 mil millones de dólares por este concepto, poniendo en riesgo el 13% los beneficios previstos para 2025.

Por lo que comentamos, parece que nos puede interesar empezar a considerar la crisis climática como una amenaza cierta, incluso aunque no dispongamos de todos los datos que nos gustaría tener.

También es cierto que muchos de los agentes involucrados (gobiernos, empresas o ciudadanía) no quieren ser los primeros en dar los primeros pasos valientes a favor de la sostenibilidad de nuestro estilo de vida.

Si nos fijamos en el ámbito de las energías renovables, las 2 tecnologías actualmente más importantes en la transición energética, la solar y la eólica, tienen ya bastante tiempo. Los molinos de viento holandeses se originaron en el siglo XI y los paneles solares de silicio modernos los desarrolló Bell Labs en 1954.

Las energías renovables tienen sus inicios en las fuentes hidráulicas

Hasta la fecha, la innovación en la lucha contra el cambio climático ha consistido principalmente en la mejora incremental de tecnologías antiguas y su aplicación de una manera mucho más eficiente.

Quizás hayamos perdido un tiempo precioso por no ser más ambiciosos en términos de investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) en lo relativo a tecnologías para combatir la crisis climática.

Además mucho del avance experimentado con en el campo de estas energías renovables está concentrado en unos pocos países, siendo el líder destacado China con una participación de mercado de casi el 60% en la fabricación de turbinas eólicas y alrededor del 80% en la fabricación de celdas de módulos solares y celdas de batería para vehículos eléctricos.

Así, crear un mercado receptivo para toda una nueva generación de tecnología climática puede significar un avance definitivo en término de beneficios ligados a las 3 vertientes de la sostenibilidad: económica, medioambiental y social.

Decidirnos a abordar la crisis climática sin demora supondría lograr un punto de inflexión para que existencia humana no fuera vista como una amenaza para el conjunto de la vida en el Planeta tal y como la conocemos.

Ricardo Estévez

Mi verbo favorito es avanzar. Referente en usos innovadores de TIC + Marketing. Bulldozer sostenible y fundador de ecointeligencia

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