La totalidad de gases de efecto invernadero emitidos por efecto directo o indirecto por un individuo, organización, evento o producto es lo que se conoce como huella de carbono pudiéndose distinguir 2 acepciones del concepto: la primera de ellas, la que nos ocupa, la huella de carbono corporativa, y la segunda, la huella de carbono de producto o servicio.
El cálculo de la huella de carbono corporativa permite a las empresas cuantificar las emisiones de GEI derivadas de todos sus procesos, tanto dentro como fuera de la empresa, determinando la contribución de cada proceso a las emisiones totales.
Este esfuerzo ofrece la oportunidad de identificar los procesos más críticos y aplicar estrategias para reducir la huella de carbono corporativa.
Una vez nos hemos decidido realizar el cálculo de la huella de carbono de nuestra organización, el siguiente paso es elegir el marco de referencia que vamos a emplear, siendo los más utilizados para la corporativa el GHG Protocol o la ISO 14064.
Estas referencias de prestigio internacional son los que marcan los pasos o metodología a seguir para el cálculo de huella de carbono, aunque las diferencias entre ellos son mínimas.
Las desarrolladas por ISO son posteriores y, por tanto, todavía no tan utilizadas. Sin embargo, es probable que, debido a la aceptación de las normas ISO terminen por imponerse.
La huella de carbono a nivel corporativo contabiliza emisiones directas e indirectas referentes a la empresa en estudio derivadas de sus actividades, procesos y servicios.
Las emisiones directas son aquellas que se generan en fuentes de propiedad de la empresa o que son controladas por ella, por ejemplo, el uso de combustibles fósiles en la caldera de calefacción.
Las emisiones indirectas son aquellas que la empresa no controla directamente, pero sobre las cuales mantiene un control indirecto y de las cuales depende por su actividad normal, por ejemplo, las emisiones por actividades de transporte de mercancías de los proveedores.
Es importante resaltar que la huella de carbono va más allá de la medición de las emisiones de dióxido de carbono (CO2), ya que se tienen en cuenta todos los gases de efecto invernadero (GEI), para después convertir las cantidades de cada gas a cantidades equivalentes de CO2 (que podemos encontrar expresados en kg CO2 eq).
Si nos fijamos en uno de los marcos de referencia que hemos mencionado, el Greenhouse Gas Protocol (GHG Protocol), para el cálculo de esta huella, la contabilidad de las emisiones de GEI se divide en 3 alcances, que abarcan las siguientes emisiones:
Alcance 1
Comprende el cálculo de las emisiones directas de GEI, entre otras:
- Combustión en calderas, hornos, vehículos … , de propiedad o controlados por la empresa.
- Emisiones (principalmente CO, CO2, CH4 y N2O) procedentes de la producción química en equipos de procesos propios o controlados, como balsas o digestores.
- Uso in situ de combustible proveniente de tractores, carretillas elevadoras, automóviles de trabajadores …
- Recarga de gas de los sistemas de enfriamiento (refrigeración, aparatos de aire acondicionado …).
Alcance 2
Comprende el cálculo de las emisiones indirectas de GEI debidas al consumo de electricidad, siendo la producción de ésta no perteneciente a la empresa.
Alcance 3
Comprende el cálculo de otras emisiones indirectas de GEI no incluidas en el Alcance 2. Son emisiones que ocurren a lo largo de la cadena de producción.
Pueden incluirse emisiones debidas a varios conceptos. La empresa puede decidir qué conceptos incluir dentro de este Alcance 3 y cuáles no.
Normalmente, en los primeros estudios se incluyen los conceptos más interesantes para la empresa y, posteriormente, si es necesario, se van incluyendo más.
Por todo esto, suele ser un alcance muy diferente de un sector a otro e incluso dentro de un mismo sector según los conceptos o categorías incluidas.
Para finalizar nos gustaría recordar que el cálculo de la huella de carbono representa grandes oportunidades para las empresas, constituyendo un buen paso en la sostenibilidad de las operaciones de la organización, ya que ayuda, entre otras cuestiones a reducir las emisiones contaminantes, reducir costes, mejorar la imagen corporativa y el posicionamiento de la empresa, acceder a nuevos mercados, estimular la innovación, prepararse para nuevas regulaciones y participar en programas voluntarios de mejora.
En tu organización, ¿se han dado pasos para el cálculo de la huella de carbono?