Os acordáis cuando era costumbre tomarse un día de descanso y las tiendas estaban cerradas los domingos. No podemos negar que la tendencia actual es la de trabajar las 24 horas del día, todos los días de la semana.
El movimiento Slow reacciona contra esta tendencia mediante la exaltación de los valores de disfrutar y saborear la vida. El enfoque de este movimiento, por lo tanto, está en ser selectivos en la actuación y en ser plenamente conscientes de cómo invertimos nuestro tiempo.
Una característica importante del movimiento Slow es que propone ideas y su inercia se mantiene por individuos que constituyen la comunidad. Ya tratamos una de sus manifestaciones, las Ciudades Lentas o Cittá Slow, y ahora nos ocupamos de lo que se conoce como Slow Food.
Como podemos hacer cualquier cosa en cualquier momento, algunos piensan que debemos hacer cosas a todas horas
Slow Food se contrapone a la estandarización del gusto y promueve la difusión de una nueva filosofía que combina placer y conocimiento, salvaguardando las tradiciones gastronómicas regionales, con sus productos y métodos de cultivo.
Este es su manifiesto:
Este nuestro siglo, que ha nacido y crecido bajo el signo de la civilización industrial, ha inventado primero la máquina y luego la ha transformado en su propio modelo de vida.
La velocidad nos ha encadenado, todos somos presa del mismo virus: la Fast-Life, que conmociona nuestros hábitos, invade nuestros hogares, y nos obliga a nutrirnos con el Fast-Food.
Sin embargo, el homo sapiens debe recuperar su sabiduría y liberarse de la velocidad que lo puede reducir a una especie en vías de extinción.
Por lo tanto, contra la locura universal de la Fast-Life, se hace necesario defender el tranquilo placer material.
Contrariamente a aquellos, que son los más, que confunden la eficiencia con el frenesí, proponemos como vacuna una adecuada porción de placeres sensuales asegurados, suministrados de tal modo que proporcionen un goce lento y prolongado.
Comencemos desde la mesa con el Slow Food, contra el aplanamiento producido por el Fast-Food, y redescubramos la riqueza y los aromas de la cocina local. Si la Fast-Life, en nombre de la productividad, ha modificado nuestra vida y amenaza el ambiente y el paisaje, Slow-Food es hoy la respuesta de vanguardia.
Y esta aquí, en el desarrollo del gusto y no en su empobrecimiento, la verdadera cultura, es aquí donde puede comenzar el progreso con un intercambio internacional en la historia, en los conocimientos y proyectos.
Slow Food asegura un porvenir mejor.
Slow Food es una idea que necesita de muchos sostenedores calificados, para que este modo (lento) se convierta en un movimiento internacional, del cual el caracol es su símbolo.
Recientemente, la italiana Franca Roiatti ha presentado un libro muy interesante titulado La revolución de la lechuga, prologado por Carlo Petrini, fundador de Slow Food y que nos introduce la dimensión política de los alimentos en la era de la triple crisis: económica, ambiental y energética.
Roiatti nos dice que hoy cultivar un huerto se ha convertido en una respuesta necesaria y creativa en estos tiempos que corren. También es un gesto revolucionario, ante el poder de las multinacionales, de la agricultura industrial y de las grandes cadenas de distribución, siendo además, una manera de votar con el tenedor y apostar por otro modelo social y económico.
Y es que es al mismo tiempo una manera de reconectar con la tierra y de valorar lo que cuesta realmente hacer crecer algo tan básico como una lechuga. Como vemos, la soberanía alimentaria se puede convertir en una reivindicación fundamental, donde los ciudadanos han dejado de tragar con lo que les echen y deciden fijar ellos mismos las reglas del juego.
En nuestro artículo anterior, mencionábamos precisamente el enfoque contrario, el de la eficiencia de las grandes producciones frente a lo pequeño. Suponemos que en lo relativo a la sostenibilidad, tampoco hay verdades absolutas y tendremos que aglutinar lo mejor de cada una de las posturas, dejando de lado dogmatismos e ideas preconcebidas.
Por cierto, tómate un merecido descanso y déjanos tu opinión sobre este artículo 🙂
Hola,
Pues si, yo soy de los que trabaja los domingos, pero para trabajar un poquito menos el resto de la semana.
Lo de lo Slow está muy bien y aplicarlo es cuestión de cada uno. Se puede empezar poco a poco cuestionándote cosas que haces por inercia o por imitación.
Por cierto, he visto que vosotros tuiteais los domingos. Aplicaos el cuento!!
-Lobo199
Buenos días,
Es un interesante movimiento.
Sí que es cierto, que en el mundo actual, «vivimos» a un ritmo que a veces nos olvidamos de vivir de verdad.
Deberíamos coger la esencia de este movimiento y como ellos dicen, empezar desde «el plato», que al fin y al cabo, es nuestro motor para vivir, para reír, para coger energía.. y si esa parte no la hacemos bien, empezamos con mal pie.
Interesante artículo.
Un abrazo
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