Los 5 frenos que impiden nuestra acción climática (2)

En un mundo saturado de noticias alarmantes sobre la crisis climática, la paradoja es evidente: sabemos más que nunca, pero actuamos menos de lo necesario. ¿Por qué nos cuesta tanto transformar la preocupación en acción?

las 5 D son frenos para la acción climática que, sin que lo notemos, nos distancian del problema y frenan que pasemos a la acción

La psicología ambiental ofrece una explicación a través de lo que denominamos las 5 D, cinco mecanismos mentales que, sin que lo notemos, nos distancian del problema y frenan el cambio.

En nuestra anterior entrega repasamos las 3 primeras:

  • Distanciamiento: percibir el problema como lejano en el tiempo o el espacio.
  • Destino: sentir el cambio climático como un destino catastrófico inevitable.
  • Disonancia: la incomodidad entre lo que sabemos y lo que hacemos.

Comprender cómo funcionan estas barreras defensivas es el primer paso para superarlas y avanzar hacia una acción climática real y consciente.

Vamos a ver las dos defensas psicológicas que nos quedan para completar las 5 D: Denegación e iDentidad.

1. Denegación: mirar para otro lado para poder vivir tranquilo

Cuando hablar del clima nos incomoda demasiado, a veces pasamos de la disonancia a la denegación.

Denegar (o negar) en términos psicológicos no significa necesariamente decir que el cambio climático no existe, sino que significa saber que es real, pero actuar como si no lo supiéramos.

Es un mecanismo de autoprotección, pues si la realidad nos causa ansiedad o culpa, la mente prefiere suprimir esa información en la vida cotidiana.

¿Cómo se ve esto día a día? Imagina que has leído un artículo sobre cómo tus hábitos contribuyen al calentamiento global, y te sientes mal. Puede que durante un rato cambies pequeños hábitos, pero pronto la rutina absorbe esa preocupación. No quiero pensar en eso ahora, no puedo amargarme la vida con este tema todo el tiempo, nos decimos.

Y así seguimos como siempre, como si no hubiéramos oído las incómodas advertencias.

La denegación toma muchas formas sutiles. Por ejemplo, evitar conversaciones sobre el tema o hacer bromas para restarle importancia. ¡Vaya frío hoy, tanto calentamiento global!, decimos riendo.

También consiste en compartimentalizar, es decir, creemos en la ciencia del clima, pero en nuestro día a día no conectamos esa verdad con nuestras decisiones.

Podemos reciclar entusiasmados, pero negar la necesidad de cambios mayores en nuestro estilo de vida. Al final, este mecanismo nos permite seguir con nuestra vida depredadora sin la carga constante de la preocupación climática.

Cabe destacar que esta denegación no es simple ignorancia, ya que muchas veces es intencionada pero inconsciente. Elegimos no profundizar en ciertas noticias, no mirar ese documental ambiental, porque sabemos que nos removerá la conciencia.

Y si la disonancia nos enseñaba a justificarnos, la denegación nos lleva un paso más allá, que es ignorar el problema para librarnos de la culpa

Y el riesgo es evidente ya que nos pude llevar a vivir de espaldas a la crisis e impedir tomar parte en las soluciones.

Superar esta barrera implica atrevernos a mantener la mirada en el problema el tiempo suficiente como para transformarnos, en lugar de apagar la alarma cada vez que suena.

2. iDentidad: cuando ser yo se siente amenazado por el cambio climático

La última barrera, la iDentidad, nos muestra cómo nuestras creencias y valores personales pueden interferir con la acción climática.

A veces, las soluciones propuestas (cambios en el estilo de vida, nuevas leyes, impuestos al carbono …) chocan con quiénes creemos ser. Si percibimos las políticas climáticas como una amenaza a nuestra identidad, es muy probable que las rechacemos, aunque sepamos que el problema es real.

Imaginemos a alguien que tiene muy arraigado el valor de la libertad individual y desconfía del gobierno. Si escucha que para frenar el cambio climático hace falta más regulación y más intervención del Estado, es posible que sienta ese mensaje casi como un ataque personal a sus valores.

Su reacción instintiva será ponerse a la defensiva, restando importancia al cambio climático, dudando de la ciencia, o culpando a los mensajeros (esos ecologetas …).

En este caso, proteger su identidad (por ejemplo, soy un defensor de la libertad, no un ecologista radical) pesa más que los hechos objetivos, al punto que, como dice el psicólogo Per Espen Stoknes, cualquier día, la identidad triunfa sobre la verdad

Este mecanismo se ve constantemente en la sociedad. Nuestras afiliaciones políticas, culturales o incluso profesionales actúan como filtros, tendiendo a aceptar la información que encaja con nuestra gente y a rechazar la que la contradice.

Así, si el cambio climático se percibe como la causa de otro grupo (de otra ideología, otra generación …), habrá resistencia. Pensemos en cómo algunos individuos reaccionan negativamente a figuras climáticas destacadas: por ejemplo, si alguien se siente atacado por activistas climáticos que critican su forma de vida (su coche grande, su consumo de carne, su trabajo en cierta industria), es posible que contraataque negando la urgencia del problema o burlándose del movimiento climático.

Es un círculo vicioso, ya que cuanto más me hacen sentir que mis valores o mi estilo de vida son culpables, más rechazo el mensaje, aunque en el fondo sepa que tiene base científica

La identidad actúa como un escudo y nadie quiere verse a sí mismo como el villano de la historia. Por eso, a menudo preferimos oponernos a la narrativa climática antes que reexaminar aspectos profundos de nuestra identidad.

Entender esto nos ayuda a no juzgar tan duramente a quienes niegan o minimizan el problema, pues muchas veces están defendiéndose a sí mismos, no atacando al Planeta.

La buena noticia es que también podemos reconciliar identidad y acción climática, encontrando maneras de integrar la sostenibilidad en quienes somos (por ejemplo, orgullosamente asumir la identidad de alguien que cuida su entorno sin dejar de lado otros valores propios).

3. Conclusión: pasemos de la alarma a la acción consciente

Conocer las 5 D de la defensa psicológica nos revela que el mayor obstáculo frente al cambio climático no es la falta de información, sino estas barreras mentales que todos, en mayor o menor medida, levantamos. Distanciamiento, Destino, Disonancia, Denegación e iDentidad explican por qué es tan difícil convertir nuestras preocupaciones en pasos concretos.

La clave para avanzar está en reconocer estas reacciones en nosotros mismos sin culparnos. Al fin y al cabo, son respuestas humanas naturales para lidiar con un problema abrumador. Pero natural no significa insuperable.

Cada D puede desmontarse con un poco de voluntad y apoyo. Podemos hacer que el cambio climático se sienta más cercano y relevante en nuestra vida diaria, buscando conexiones locales y presentes.

Podemos contrarrestar el fatalismo del destino con historias de esperanza y soluciones en marcha, recordando que no todo está perdido y que cada acción cuenta.

Es posible alinear nuestros hábitos con nuestros conocimientos paso a paso, reduciendo la disonancia con pequeñas victorias cotidianas (por ejemplo, usando más la bicicleta, probando una dieta más sostenible).

Integrar la acción climática en nuestra identidad puede ser transformador, pudiendo ver la responsabilidad ecológica no como una renuncia a quienes somos, sino como una expresión de nuestros mejores valores (cuidado, justicia, amor por la vida). Ser parte de la solución puede convertirse en motivo de orgullo personal y colectivo.

En ecointeligencia nos gusta recordar que ser conscientes es el primer paso para ser responsables. Si has identificado alguna de estas 5 D operando en tu interior, ya has dado un paso importante, y la próxima vez que sientas la tentación de alejar el tema, pensar que no hay nada que hacer o justificar la inacción, detente y reconoce a tu defensa psicológica en acción.

Luego, con empatía, pero con firmeza, recuérdate que sí puedes hacer algo, por pequeño que sea. Desactivemos esas defensas, no desde la culpa, sino desde la convicción de que nuestro futuro vale la pena.

Solamente pasando de la alarma a la acción (y venciendo estas barreras internas) podremos encarar el cambio climático con la inteligencia ecológica que este gran desafío nos exige.

¡No pierdas más tiempo y ponte manos a la obra!

Ricardo Estévez

Mi verbo favorito es avanzar. Referente en usos innovadores de TIC + Marketing. Bulldozer sostenible y fundador de ecointeligencia

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.