Tal y como lo tenemos montado, el Exxon Valdez se va a pique y el PIB sube. Es por tanto normal que surjan movimientos para encontrar nuevas formas para registrar nuestro bienestar económico en todas sus dimensiones.
Como primer paso, la oficina de estadísticas del departamento de comercio estadounidense ha trabajado en una manera de valorar en dólares los activos medioambientales. Otros países también está experimentando con boletines de evaluación que podrían tomar en consideración un amplio abanico de factores sociales, económicos, medioambientales y sanitarios, como la esperanza de vida, la mortalidad infantil, la salud general de la población, la alfabetización, la delincuencia, la riqueza acumulada, la distribución de ingresos, la calidad del aire, la calidad del agua, opciones recreativas …
El PIB Verde es la denominación popular de una propuesta de Naciones Unidas presentada en la pasada cumbre Río+20 para estudiar el desarrollo económico de los países en relación a su sostenibilidad ecológica, que funciona como un nuevo indicador económico cuyo nombre técnico es el de Índice de Riqueza Inclusiva ó Índice de Enriquecimiento Inclusivo (en ingles, IWI).
En Río+20 se pudo apreciar que el desarrollo de las economías más potentes se construyó sobre un alto precio ecológico
China creó un índice similar en 2004 al planteado por la ONU, pero fue posteriormente eliminado al observarse que los datos de coste ecológico se traducía en PIBs nulos y negativos en muchas áreas por las acciones de crecimiento económico, que resultaban políticamente insostenibles bajo dicha perspectiva. Resultó evidente que el crecimiento del gigante asiático tendría un notable impacto sobre el medio ambiente, pero hasta este análisis realizado por la ONU sobre los datos de los últimos ejercicios no se había obtenido un indicador claro.
Para realizar la medición de este índice se han seleccionado 20 países, que representan el 56% de la población del planeta y el 72% del PIB mundial, en el periodo que va de 1990 a 2008. Estos países son: Australia, Brasil, Canadá, Chile, China, Colombia, Ecuador, Francia, Alemania, India, Japón, Kenia, Nigeria, Noruega, Rusia, Arabia Saudí, Sudáfrica, EEUU, Reino Unido y Venezuela.
Si se toma el caso de Brasil, la riqueza de este país creció un 34% en el PIB, pero se contrajo un 25% en su capital natural. Igualmente, China vio aumentar su PIB en un 422% en ese periodo, mientras que su capital natural se redujo un 17%. Es más, del conjunto de los 20 países analizados, todos vieron recortados sus recursos naturales salvo Japón.
El IWI es un indicador que los dirigentes mundiales pueden considerar como medio para evaluar con gran precisión la generación de riqueza con el fin de lograr el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza. En ese sentido, el informe señala que en seis de los países analizados (Rusia, Venezuela, Arabia Saudí, Colombia, Sudáfrica y Nigeria) se produjo un descenso en la riqueza inclusiva, situación que califica como insostenible.
Si en los años 70 hubiéramos tenido más conocimiento sobre los costes medioambientales quizás se hubiera evitado, o limitado al menos, el uso de los famosos gases CFC (clorofluorocarburos). El defensor del medio ambiente Hazel Henderson estima que el auténtico coste social de un aerosol con CFC (contando su contribución a la destrucción de la capa de ozono, el aumento de las tasas de cáncer y demás) sería de unos 12.000 dólares. Una cifra importante que nos debe doler en el bolsillo.
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