Ecoefectividad, sistemas que no generan residuos

Uno de los enfoques ecológicos que la industria está adoptando debido a las distintas presiones a la que está sometida para ser más respetuosa con el Medio Ambiente, es la de llevar a cabo medidas ecoeficientes.

Pongamos el ejemplo cotidiano de la botella de agua mineral. Cuando bebemos el agua que contiene una botella de plástico, se nos queda en las manos el recipiente vacío, un residuo. Hasta hace bien poco, estas botellas vacías se apilaban en vertederos, o peor aún, se quemaban o se abandonaban sin control. Para paliar esta situación, empezaron a aparecer las medidas ecoeficientes, es decir, obtener más, usando menos: más productos o más servicios con menos residuos, menos recursos o menos toxicidad.
Fruto de estos planteamientos ecoeficientes podemos encontrar botellas con grosores cada vez más finos para emplear menos plástico en la fabricación de cada botella. Estas botellas son menos malas que las de la generación anterior. También nos venden más líquido en cada botella para así también ahorrar plástico. Se empieza a hablar del deseado residuo cero y se persiguen las 3R (Reducir, Reutilizar, Reciclar). Los mensajes tienden a que como consumidores intentemos reducir la cantidad de botellas gastadas, que las reusemos o que las llevemos al punto de reciclaje para ser convertidos en fibras sintéticas para hacer otras cosas. Un reciclado sin diseño previo que quita valor. Pero este reciclaje no es un verdadero reciclaje, según McDonough y Braungart, sino un proceso de infraciclaje (downcycling). Es decir, un reprocesado de la materia donde ésta sufre una degradación de su calidad que limita su uso posterior y mantiene la dinámica cuna a tumba del sistema actual de flujo de materiales. Algunos materiales se reciclan, pero muchas de las veces se hace como solución de final de tubería; no todos los materiales se diseñan para ser reprocesados al final de su vida útil, así que la gran mayoría de éstos terminan en un vertedero o en las incineradoras. Su vida útil ha sido prolongada, pero su estatus de recurso no se ha mantenido. Es un proceso con pérdidas.
Resumiendo, las medidas ecoeficientes tratan de alargar la vida al producto, pero inevitablemente, éstos, que no se diseñaron para ser reciclados indefinidamente, acaban tarde o temprano en el vertedero, en la incineradora o dando tumbos sin control. Estas estrategias de ecoeficiencia que se anuncian no son estrategias con las que podemos estar satisfechos.
Es importante recordar que la Tierra es un sistema al que no entra ni sale materia. Lo que debe preocuparnos es ver cómo crece a diario la cantidad de basuras. Si las basuras aumentan y la materia no puede salir del planeta es porque está desapareciendo la vida y la biodiversidad, lo que los industriales suelen llamar recursos naturales vivos. Por tanto, desde los últimos 300 años aproximadamente de revolución industrial, estamos claramente en una dinámica de evolución a la inversa, donde el ser humano está cambiando material ordenado y estructurado a partir de la función de las plantas durante muchos millones de años, por material disperso y tóxico para la biosfera.
Nuestra actividad está dejando un mundo lleno de un montón de sustancias químicas ajenas a las de la biosfera, producto de una visión lineal de la química. Estas sustancias que no se pueden integrar de forma adecuada en los ciclos naturales, se acumulan en el medio natural, se dispersan por el planeta del que no pueden escapar o reaccionan para convertirse en otras sustancias más dañinas que las primeras. Las técnicas de eficiencia buscan tan sólo minimizar el volumen, la velocidad y la toxicidad de los materiales que fluyen por el sistema, pero son incapaces de alterar la progresión lineal. A corto plazo la eficiencia presenta la realidad tangible de reducir el impacto ecológico y reducir los gastos con el consecuente aumento de los beneficios. Sin embargo, a largo plazo resultan ser cambios insuficientes.
Aparece entonces el concepto de ecoefectividad o ecoeficacia cuyo objetivo es minimizar los procesos de la cuna a la tumba (cradle to grave) y generar metabolismos cíclicos de la cuna a la cuna (cradle to cradle) que permitan que los materiales mantengan su estatus como recursos en cualquier parte del proceso, ya sea dentro de la Biosfera o de la Tecnosfera. No hay que olvidar que en la biosfera también se dan un montón de reacciones químicas, como la fotosíntesis o la digestión, pero, a diferencia de la mayoría de las reacciones que diseñamos y llevamos a cabo los humanos, tienen como requisito imprescindible que cualquier residuo debe ser inherentemente el alimento de otro proceso.
La idea es: Residuo = Alimento, desapareciendo por completo el concepto de residuo. Ésta es la clave del triunfo de la biosfera durante tantos millones de años y que de momento no sabemos imitar.

La naturaleza mantiene directamente la calidad de los recursos a través de todos sus ciclos en vez de eliminar los residuos. Lo que se produce no son residuos, sino nuevos recursos.

La filosofía de trabajo ecoeficaz (o ecoefectiva) del diseño cradle to cradle (c2c) define un marco de trabajo para esbozar procesos y productos industriales que convierten los materiales en nutrientes de tal forma que se permite su flujo perpetuo dentro de uno de los dos metabolismos posibles: el metabolismo biológico y el técnico. Los materiales que fluyen óptimamente a través del metabolismo biológico se llaman nutrientes biológicos, son productos biodegradables que no suponen ningún daño a los sistemas vivos, así que estos productos se pueden utilizar por humanos y devolverse de forma segura al medio natural para alimentar procesos biológicos, por ejemplo textiles, pastillas de freno, suelas de zapato, etc. Un nutriente técnico se puede definir como un material, normalmente sintético o mineral, que tiene el potencial de permanecer seguro en un sistema de ciclo cerrado de manufactura, recuperación y nuevo uso, manteniendo su valor sin degradarse a pesar de los ciclos. Los nutrientes técnicos se usan como productos de servicio, productos durables y no biodegradables que dan un servicio a los clientes. El producto que usa un cliente pertenece al fabricante, no se vendería el producto, sino que se alquilaría el servicio. Por ejemplo, uno no compraría un ordenador, sino que compraría el derecho de usarlo por un periodo determinado, teniendo la obligación de devolverlo al vendedor al final de la vida útil establecida. De este modo, el vendedor recupera el ordenador, para desmontarlo y utilizar todos los componentes en uno nuevo.
La conclusión de todo lo antes expuesto es que las medidas ecoeficientes sólo resultan razonables a muy corto plazo, pero a largo no son una solución adecuada, por lo que es necesario un cambio radical en nuestro modo de concebir la producción.

Ricardo Estévez

Mi verbo favorito es avanzar. Referente en usos innovadores de TIC + Marketing. Bulldozer sostenible y fundador de ecointeligencia

Esta entrada tiene 0 comentarios

  1. Edwin Andres Calderon

    Buenas tardes, el siguiente es para hacer contacto con ustedes y hablar de un proyecto de innovación y integración de un producto en Colombia el cual creo saber que ustedes tienen conocimiento.

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