Supongamos que quisiera comprar el teléfono móvil más barato, un móvil que haya causado el menor daño posible al medio ambiente y cuyos trabajadores no hayan estado expuestos a toxinas. En eso se basa la Inteligencia Ecológica
La transparencia ecológica me permitiría conocer cual es el mejor que, teniendo en cuesta las condiciones que he enumerado, existe en el mercado. Cuanto más sistemática y comprehensiva sea esa transparencia, mejores serán las decisiones que tomen los compradores.
Pero la transparencia ecológica sólo es radical cuando su análisis tiene en cuenta el amplio rango de consecuencias en todos los estadios del ciclo de vida de un producto y presenta esa información de un modo que exija del comprador el menor esfuerzo posible.
La transparencia radical implica la identificación de todos los impactos sustanciales de un determinado producto (no sólo de sus huella de carbono y de los demás costes medioambientales, sino también de sus riesgos biológicos y de las consecuencias sobre quienes han participado en su elaboración) desde el comienzo de su fabricación hasta su eliminación final y su presentación de un modo tal que facilite la toma de decisión de los compradores.
En la teoría económica, la transparencia tiene el poder de proporcionar información clave para modificar las decisiones de los consumidores lo que, a su vez, establece nuevos incentivos para que las empresas adapten sus prácticas a las prioridades del público.
De este modo, la transparencia radical llamaría la atención de los compradores sobre artículos manufacturados en una fábrica modelo y sobre aquellos otros procedentes de una fábrica en la que se explota a los obreros.
Disponer de esta información en el punto de venta pondría de relieve dimensiones de otro modo ocultas que nos permitirían tomar decisiones que no sólo recompensaran el precio y la calidad, sino también las virtudes ecológicas.
De este modo, los productos y empresas virtuosas se verían recompensadas con un aumento de las ventas, lo que castigaría simultáneamente a las menos escrupulosas.
Tenemos poca o ninguna idea de los productos químicos que llevamos a nuestras casas en la cesta de la compra, y menos todavía de las moléculas que exudan e impregnan el aire que respiramos en nuestros hogares.
En este sentido, la transparencia radical nos proporcionaría una imagen clara de las consecuencias ocultas de nuestras compras. La opacidad del mercado permite que ciertas empresas se aprovechen de nuestro desconocimiento de los impactos ecológicos de sus productos.
Cuanto más veraz y completa sea la información de que dispongamos en el punto de venta sobre los verdaderos efectos de un determinado artículo, más sabia será nuestra decisión. Esa apertura puede convertirnos a cada unos de nosotros en un agente de un cambio gradual y pequeño que, multiplicado por millones, acabará transmitiéndose a todos los rincones del mercado, desde la manufactura hasta el diseño, la cadena de suministros, la distribución y el punto final de su eliminación.