Obsolescencia programada: ¿oportunidad o fraude?

foto de bombilla centenariaConsumo y tecnología no van a la misma velocidad. Un ejemplo en el que nos podemos ver reflejados: La impresora ha dejado de funcionar. Es imposible imprimir y en el servicio técnico nos dicen: «será difícil encontrar las piezas para repararla. Repararla no le saldrá a cuenta». «Llévate ésta que además está en promoción». Si cedemos, seremos víctimas una vez más de lo que conocemos como obsolescencia programada.
Thomas Alva Edison quería crear una bombilla que iluminara el mayor tiempo posible. En 1881 puso a la venta una que duraba 1.500 horas. En 1924 se inventó otra de 2.500 horas. Con la sociedad de consumo en ciernes, aquello no era una buena noticia para todo el mundo. Diversos empresarios empezaron a plantearse una pregunta inquietante: «¿Qué hará la industria cuando todo el mundo tenga un producto y este no se renueve?». Una influyente revista advertía en 1928 de que «un artículo que no se estropea es una tragedia para los negocios».
Un poderoso lobby presionó para limitar la duración de las bombillas. En los años cuarenta consiguió fijar un límite de 1.000 horas. No salió al mercado ninguna de las patentes que duraban más, existiendo un diseño de bombilla con una duración de 100.000 horas. Este enlace se puede ver una bombilla centenaria con unos 110 años de funcionamiento ininterrumpido.
Otro ejemplo destacado es el de la cadena de montaje de Henry Ford. El coche modelo T fue un éxito para la industria automovilística americana, pero tenía un problema que en los locos años veinte era todavía incongruente: estaba concebido para durar. Ese fue su punto débil. Desde la competencia, General Motors, consciente de que no derrotaría a su rival en ingeniería, apostó por el diseño. Dio retoques cosméticos a sus coches, lo que le permitió que los clientes cambiaran de utilitario muy a menudo. En 1927, tras vender 15 millones de unidades, Ford retiró el modelo T.

Henry Ford golpeando plástico fabricado con soja

Tras el crash del 29, Bernard London introdujo el concepto de obsolescencia programada y propuso poner fecha de caducidad a los productos con el fin de animar el consumo. En los años cincuenta la sociedad de consumo se había instalado en todo Occidente. El diseñador industrial Brooks Stevens sentó las bases de esa obsolescencia programada, donde ya no se trata de obligar al consumidor a cambiar de tecnologías, sino de seducirlo para que lo haga. El caso de las medias de nylon es bastante relevante.

Pero en nuestros días, la era de la informática ha creado al consumidor rebelde. La abogada Elisabeth Pritzker demandó a Apple tras descubrir que las baterías de litio de los reproductores de música iPod estaban diseñadas para tener una duración corta.
Los bienes que desechamos se convierten en residuos y se reciclan, destapando a su vez malas prácticas. En Africa los niños queman el plástico que recubre los cables para recuperar el metal que está en su interior. El material entra en estos países como producto de segunda mano, pero sólo el 20% se aprovecha, quedando el resto allí como basura.

Podemos concluir que la obsolescencia programada es un recorte deliberado de la vida de un producto para incrementar su consumo. Es la lucha del negocio contra la tecnología, y la ética contra el capitalismo.

Os dejamos con el avance del documental Comprar, tirar, comprar, dirigido por la alemana Cosima Dannoritzer, donde se denuncia esta práctica común en la sociedad de consumo desde hace cerca de un siglo. Además aparece Michael Braungart explicando el paradigma cradle to cradle. No os perdáis el documental completo.

Ricardo Estévez

Mi verbo favorito es avanzar. Referente en usos innovadores de TIC + Marketing. Bulldozer sostenible y fundador de ecointeligencia

Esta entrada tiene 0 comentarios

  1. Yo personalmente creo que la obsolescencia programada debiera ser un delito: es una estafa al consumidor y es un crimen contra el medio ambiente (no me refiero a abaratar los costes sacrificando la calidad del producto , no, me refiero a hacer intencionadamente, deliberadamente, que las cosas se rompan antes de tiempo). Es inadmisible.
    Si no pudiste ver el documental entero puedes hacerlo en esta dirección:
    http://bit.ly/dYQCDr
    Saludos

    1. RES

      Muchas gracias por tu comentario.
      Es sorprendente el tema de la impresora que deja de imprimir al llegar a ciertas copias. Seguramente sea un asunto denunciable.
      Vemos que también habéis tratado el tema en vuestra web:
      http://www.actividades-mcp.es/gestionresiduos/
      Saludos,
      -Ricardo

  2. ILIARA

    Tengo un proyecto sobre este tema…. me parece q deberian poner mas informasion sobre q le susede al medio ambiente… sin ebargo tienen mmuy buena informacion

  3. lobo199

    La obsolescencia programada y los modelos de negocio
    ¿Cómo salimos de esta recesión, consumiendo más o consumiendo menos?
    Según la Wikipedia, se denomina obsolescencia programada u obsolescencia planificada a la determinación, la planificación o programación del fin de la vida útil de un producto o servicio, de modo que -tras un período de tiempo calculado de antemano por el fabricante o por la empresa de servicios, durante la fase de diseño de dicho producto o servicio- éste se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible. Se considera que el origen de la obsolescencia programada se remonta hasta 1932 donde Bernard London proponía terminar con la gran depresión a través de la obsolescencia planificada y obligada por ley (aunque nunca se llevase a cabo).
    Recientemente el término de “obsolescencia programada” ha saltado de nuevo a la palestra; patentes de bombillas que no se funden, vídeos-denuncia que describen el proceso por el que muchos productos se programan para su fin de vida, impresoras que dejan de imprimir porque un chip les ordena que lo hagan a partir de un número determinado de copias, etc. son parte de la causa de su actualidad, pero por encima de todo ello y al igual que en los orígenes del término (la gran depresión americana) es la recesión que estamos viviendo, la crisis de consumo que provoca y el debate de posibles salidas a la misma lo que realmente a puesto de moda el término.
    ¿Cómo salimos de esta recesión, consumiendo más o consumiendo menos?, ¿consumiendo menos pero de forma sostenible, o por el contrario consumiendo más como acelerador artificial de los mercados?; ¿es el consumo desbocado el causante real de la crisis y en consecuencia acciones como la obsolescencia programada, o por el contrario son parte de su solución?
    Sin duda todas estas cuestiones plantean trascendentes y vitales retos que están por encima del propio concepto de desarrollo de producto y su concepción técnica, apuntando al origen inicial de su concepción: El modelo de negocio.
    Cuando se habla de obsolescencia programada, dirigimos nuestra mirada a los fabricantes de producto y software y más en concreto a los ingenieros que conciben los productos; les acusamos de “hacer trampas” y falsear la vida de los productos con artimañas ingenieriles. Mientras nos enfocamos a la producción y la tecnología, hacemos que la obsolescencia realmente potente y en muchos casos peligrosa pase desapercibida.La obsolescencia conceptual; aquella que hace que a los modelos de negocio que soportan los productos y servicios que consumimos dejemos de verlos como algo que realmente nos aporta valor, independientemente de que no se produzca ningún cambio o modificación en los mismos y en el origen del valor inicial, aquella que actúa sobre el valor percibido de los productos y servicios.
    La obsolescencia programada “ingenieril” es proactiva y necesita de la complicidad de los fabricantes directamente implicados para que se produzca, por el contrario la obsolescencia programada conceptual es reactiva a los fabricantes y tiene su origen en la actitud muchas veces manipulada de los consumidores. Esta “manipulación” o presión sobre los consumidores que hace que queden obsoletos productos y servicios perfectamente activos y apropiados para el uso, puede ser incitada por otros fabricantes, por modas o hábitos de consumo o por la presión de lobbys con intereses concretos.
    Algunos de estos ejemplos de obsolescencias conceptuales derivadas del modelo de negocio puede ser desde el punto de vista del producto la batalla ganada por Apple en la telefonía móvil, donde excelentes fabricantes como Nokia han quedado prácticamente defenestrados desde el punto de vista del producto, uso y modelo de negocio resultante; siendo en la mayoría de casos tecnológicamente superiores a los de Apple.
    Desde el punto de vista de modas o hábitos de consumo, es quizás el sector textil donde es más evidente la obsolescencia programada conceptual contando con la complicidad de los consumidores. ¿Tengo una fábrica y stock de camisas de algodón?…este año se llevan de lino.
    Si no existiesen lobbys de presión, ¿estarían más desarrollados los coches eléctricos?… ¿y el consumo de productos orgánicos, los materiales biodegradables, etc.?, este es otro claro caso de obsolescencia conceptual donde los consumidores somos al mismo tiempo víctimas y cómplices.
    Con seguridad, si fuese posible calcular el impacto económico de la obsolescencia programada ingenieril y contrastarla con la obsolescencia programada de los modelos de negocio, esta sería mucho más importante cuantitativa y cualitativamente. Una cuenta con la complicidad de los fabricantes e ingenieros, la otra cuenta con la complicidad de los consumidores y las estrategias mal utilizadas del marketing y la innovación.
    Es cierto que como consumidores tenemos pocas herramienta y conocimiento para detectar la obsolescencia programada derivada de la concepción técnica de los productos, pero no es así en el caso de la derivada de los modelos de negocio, para ello se necesita que como consumidores seamos coherentes, apliquemos criterios racionales de consumo y tomemos conciencia de que los factores culturales y sociales que engloban a los productos y servicios, son tan importantes como el precio y el enfoque al target.
    http://www.antoniflores.com/modelos-de-negocio/la-obsolescencia-programada-y-los-modelos-de-negocio/

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